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Trastorno límite de la personalidad: “Un abogado a cambio de un diagnóstico.”

Publicado el 31 ene. 2024 • Por Ana Maria Cano Lopez

@Histerias, miembro de la comunidad de Carenity, vive con trastorno límite de la personalidad. Con depresiones muy agudas ya a los 22 años decidió pasar por el psiquiatra. Después de tomar esta decisión, tuvo que comenzar una lucha contra diagnósticos elusivos y tratamientos desconcertantes. Ahora comparte en Carenity sus conocimientos, su experiencia con su diagnóstico final y su estado actual. 

Trastorno límite de la personalidad: “Un abogado a cambio de un diagnóstico.”

Hola Histerias, has aceptado compartir tu experiencia con los miembros de Carenity y te lo agradecemos.

En primer lugar, ¿podrías hablarnos un poco de ti?

Me presento soy Histerias, de Argentina, tengo 32 años y soy dermatocosmiatra, que es una rama de la cosmiatria orientada a las patologías dermatológicas. Me gusta mucho mi profesión, pero tarde mucho en encontrarla. Quizás debido a mis problemas de identidad, me ha costado mucho definir una profesión para mí.

Mi familia vive en otra provincia, me fui a vivir sola a los 23 años a otra ciudad porque realmente sentía que el ambiente familiar era tóxico para mi salud. Además, ya percibía en mí problemas que debía evaluar un médico, me daba vergüenza que alguien en mi pueblo natal lo supiera.

Padeces de trastorno límite de la personalidad. ¿A qué edad te lo diagnosticaron? ¿Qué te llevó a buscar ayuda? ¿Cuánto tiempo tardaron en diagnosticárselo y a cuántos médicos has visitado? 

Con respecto al diagnóstico, es una larga historia, pero trataré de acotarla. 

Mis depresiones eran muy agudas ya a mis 22 años, y visité mi primer psiquiatra que nunca me dijo nada sobre un diagnóstico y me medicó con un antipsicótico que luego me llevaría a terminar internada por sus efectos secundarios, (hiperlactatemia) al parecer un raro efecto, pero en fin a mi me hizo muy mal. 

Pasaron varios años más hasta que busqué otro psiquiatra por problemas de depresión e insomnio, también por una situación de estrés post traumático que no se iba de mi mente. 

Este caballero, (el psiquiatra) a quien denominaré “El Divino Claudio”; por su incompetente e insaciable maldad. Me trató durante 3 años y estuve todo ese tiempo pidiéndole por favor que me diera mi diagnóstico y él se negaba. A su vez me pusieron un psicólogo que obviamente actuaba igual que El Divino Claudio, al psicólogo le llamaré “Nerón”, por su pésimo desempeño como supuesto profesional de la psiquis humana. De alguna forma Nerón fue culpable de incendiar Roma, ¿recuerdan? Bueno, esto también fue un incendio; un incendio de mi vida, de mi mente. 

Fueron años de muchos síntomas donde yo cada vez me ponía peor y peor. La situación de no saber qué me pasaba me llevo a graves brotes de paranoia donde me volvía loca pensando que tenía de todo, incluso Párkinson, ya que los medicamentos que me daban me hacían temblar. Ellos nunca cedieron a mi sufrimiento y necesidad, me llamaron paranoica el día que les dije que había investigado y había encontrado interesantes puntos en común con mi cuadro (supuesto cuadro de ansiedad y depresión) y nada más, supongo que para ellos era mucho más sano llamarme paranoica que darme una válida explicación.  

Para finalizar busqué un abogado que envió un par de emails y ahí fue cuando obtuve mi bendito informe, acto seguido los dejé a los dos y a sus efectivos tratamientos, con muchas palabras fuertes y quejas de mi parte. Creo que incluso llegaron a arrepentirse, nunca pensaron que yo llegaría hasta las vías legales. Fue una tristeza descubrir que ellos solo respetarían un simple email de un abogado y que a mí jamás me tomaron en serio. Me sentía no solo enferma si no también la más tonta del mundo. 

Luego tuve muchos psiquiatras, pero después de aquella historia con Divino Claudio y Nerón nunca más pude confiar. Me volví una persona muy agresiva e irritable, además de paranoica. Cuando los veía solo pensaba en qué mentiras me dirían. 

Pasaron ya 3 años de aquel lamentable evento, y no he podido superarlo, pero he aprendido a trabajar en mi agresividad y mi paranoia: ahora estoy más tranquila. Después de todo, no les doy mi confianza, pero si soy más colaborativa con sus tratamientos o sus propuestas.  

La enfermedad afectó mucho mi círculo social pues mis amigos me vieron en estados fuera de mi misma, siendo muy agresiva y con brotes psicóticos que nadie supo entender. Aunque yo sí que entendía.  

A día de hoy no puedo perdonarme haber tratado así a mis personas más queridas en el mundo. Ellos me perdonaron, me entendieron, pero yo a mi no. Aún no. 

¿Qué impacto ha tenido la enfermedad en tu vida familiar? 

En mi familia hay quienes no me hablan, mi madre se siente culpable y trata de colaborar en lo que puede, mi padre dice que es todo mentira y que la culpa de mis fallos es solo mía. 

¿Cuál es tu tratamiento? ¿Es eficaz? ¿Están mejorando tus fases? 

Hoy en día recibo sólo tratamiento terapéutico de corte psicoanalítico, pues así fue como yo lo decidí junto con el terapeuta, a quien tengo gran estima y afecto. Es quien al fin pudo entenderme y respetarme, le nombré “César Augusto”, con todo el respeto que ese título conlleva. Así que por fin hoy veo algo de luz al final del túnel. 

El tratamiento con César Augusto es muy eficaz, pero lento, y yo no tengo problema en dedicarle tiempo. No busco soluciones rápidas, solo poder disminuir los síntomas con el tiempo y cambiar aspectos de mi personalidad que son disfuncionales, para mi y para la sociedad. 

¿Tienes antecedentes familiares? 

Tengo antecedentes familiares, aunque nadie quiere contármelo sé que una tía padece lo mismo que yo, incluso estuvo internada pero hoy en día todos lo niegan.

¿Te resulta fácil hablar de tu enfermedad? ¿Qué piensan las personas que te rodean cuando se lo cuentas? 

Me resulta interesante hablar de mi condición, pero solo cuando veo personas abiertas a escuchar del tema, de lo contrario no lo digo porque lo considero parte de mi privacidad y no tengo la obligación de andar confesándome como si fuese una criminal. No es algo para confesar y quitar culpas, es parte de la historia personal de uno y se debe tener cuidado a la hora de hablarlo. Eso considero yo.

¿Qué tal estás hoy? ¿Y qué planes tienes para el futuro? 

Mis planes para un futuro es poder vencer mis demonios internos y mis síntomas más pesados como es la fobia social o la insoportable ansiedad que condiciona cada segundo de mi vida. Mejorar en mi trabajo y ser menos impulsiva.

También mejorar con mi pareja a quien hice mucho daño, pero le he pedido perdón, sin excusarme jamás en la enfermedad, si no, solo pidiendo perdón y explicando que a veces no soy dueña de lo que hago, pero sí que realmente estoy intentando que eso cambie. Es mi decisión, soy yo, no es una excusa tener una enfermedad, porque cuando uno es consciente de eso se da cuenta de que hay mucho que puede hacer para mejorar. Pero también es cierto que mucho no es mi culpa. 

Es muy complejo, aun trato de encontrarle un sentido ético en mi mente para poder vivir y asimilarlo. 

Por último, ¿qué consejo darías a los miembros de Carenity que también padecen de Trastorno límite de la personalidad? 

Por último, como humilde consejo, les diría a las personas que padecen trastornos mentales que nunca se dejen ofuscar por el miedo. El miedo es parte del proceso, no es el fin ni tampoco el principio. Es una parte que cuando se empieza a tratar, buscando información y hablando con otras personas, lentamente se va diluyendo y comienza a ser algo más aceptable y no así ese “monstruo” que a veces nos hacen creer que somos, los monstruos dirían yo, fueron las actitudes de dichos emperadores. Porque en la tierra de la salud mental, ellos son emperadores y señores. 

Otro consejo es no permitir jamás que otros decidan por qué tipo de información debemos buscar y cuál no, que no nos dejemos tomar de tontos ni quitar nuestro derecho fundamental de aprender sobre nuestra enfermedad. Porque el aprendizaje es lo que mejora todos los aspectos de la enfermedad. Por ende, el diagnóstico no puede curar, pero si puede ayudarnos a mejorar si trabajamos en ellos y nunca dejamos de informarnos y comunicarnos con otras personas que pasan por lo mismo. 

Por otro lado, tengamos cuidado de cómo decimos las cosas y a quienes se las decimos. Nuestra salud es nuestra no de los demás, es decisión personal contar o no contar. Si uno lo siente necesario adelante, pero que nunca sea una obligación moral. Porque la moral, en nuestro caso. Es algo que hacemos nosotros mismos con nuestro propio entendimiento de la enfermedad, solo nosotros sabemos lo que pasamos, lo que cuesta, lo que duele. 

Pero hoy en día soy una persona mucho más abierta y mucho más feliz que hace unos años, cuando no entendía nada de lo que pasaba. He aprendido mucho y me siento orgullosa de eso. Sí, sigo siendo alguien que sufre mucho, pero quiero decirles que se puede vivir y ser dentro de las condiciones dadas; feliz. No es la misma felicidad que en los cuentos de hadas donde todos son sanos. Es un camino donde se puede hallar algo de satisfacción personal a través de la búsqueda y el aprendizaje, entendiendo que no debemos justificarnos en la enfermedad si no basarnos en lo que sabemos para ver si lo podemos cambiar o tratar. Pedir perdón es importante. Las personas a nuestro al rededor necesitan volver a encontrar a esa persona que quieren y el perdón es una forma de demostrarles que, aunque hayamos tenido episodios graves, igual lo lamentamos.  

Desde ya muchas gracias por leer, querida comunidad, saludos cordiales. 

Histerias.

¡Muchas gracias a Histerias por su testimonio! 

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¡Cuídate! 

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Autor: Ana Maria Cano Lopez, Redactora de salud

Ana cuenta con más de 4 años de experiencia trabajando con redes sociales para marcas especializada en diferentes industrias. Cuenta con la carrera de Publicidad y Relaciones Públicas además de un máster en... >> Saber más

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