El poder de los olores en nuestra salud mental

La buena salud mental es un estado de bienestar psicológico y social que permite a todo el mundo llevar una vida plena, relacionarse con los demás, afrontar las dificultades, trabajar y obtener logros. Es única para cada individuo y está influenciada por la educación, las experiencias vitales y la evolución, pero también por factores sociales, culturales, laborales, económicos, políticos y ambientales. 

Es importante saber que una buena salud mental no significa necesariamente que no se sufra ningún trastorno mental. Es posible experimentar ciertos trastornos, como la ansiedad, y seguir sintiéndose bien mentalmente en general.  

¿Cómo mantener una buena salud mental?  

Todo el mundo puede influir activamente en su bienestar mental, y a veces simples acciones pueden transformar la vida cotidiana. He aquí algunos ejemplos:  

• Practicar una actividad física adecuada libera endorfinas y mejora el estado de ánimo, 
• El contacto con la naturaleza proporciona un espacio de relajación y aumenta la exposición a la luz solar, 
• La socialización proporciona beneficios emocionales, mentales y físicos, 
• El tacto y el contacto físico producen oxitocina, la hormona de la felicidad, 
• Dormir bien maximiza el bienestar físico y mental, 
• Una alimentación sana reduce el riesgo de sufrir trastornos del estado de ánimo,  
• Dejarse llevar, que es esencial para un enfoque más realista de la vida cotidiana, 
• La gratitud para centrarse en lo que va bien en la vida,  
• La gestión del estrés para prevenir la tensión. 

Existen muchos métodos para crear una buena rutina de salud mental, y la aplicación de estas acciones ayuda a preservarla.  

En los últimos años, el mundo de la medicina y, sobre todo, el de la psicoterapia ha visto llegar una corriente vinculada a la neurociencia, llamada aromacología, que es el poder de los olores sobre nuestra psique.  

¿Qué son la aromacología y la olfatoterapia?  

La aromacología es una disciplina que estudia la influencia de los olores en el comportamiento y se centra en la esfera psicoemocional. Se describe como la ciencia de los fenómenos relacionados con los olores.  

Hay que hacer una distinción con la aromaterapia, que es el arte de curar utilizando aceites esenciales. 

Otro concepto es la olfatoterapia, un tipo de terapia que utiliza los olores para ayudar al paciente a encontrar y sanar traumas pasados, puede ayudar a entender y sanar una adicción, por ejemplo. 

El ser humano sería capaz de detectar miles de millones de olores diferentes en teoría, en la vida cotidiana hablamos de unos cincuenta y para un especialista como un perfumista, entre 2.000 y 3.000. 

El sentido del olfato es una fuente innegable de placer e información. Es el único sentido directamente vinculado a nuestro cerebro. Se trata de una sensación física que da forma a nuestras respuestas a diversos estímulos (desencadenantes).  

Desde un punto de vista científico, la olfacción se basa en el contacto físico de las moléculas liberadas en la atmósfera por una sustancia con los receptores del órgano olfativo, la nariz. Estas moléculas olorosas son arrastradas por una corriente de aire (respiración o inhalación) y llegan a la mucosa sensorial situada en la cavidad nasal, que comprende unos 400 receptores, se disuelven en el moco antes de alcanzar las membranas de las células sensoriales. Estas están conectadas con el sistema límbico, el centro emocional del cerebro, y también con el hipocampo, una zona esencial para la memoria. Por eso tenemos una larga memoria para los olores, por ejemplo, el olor de los rotuladores, que a veces nos remite al colegio.  

¿Qué poder tienen los olores en nuestra psique? 

A veces, sin que el individuo sea consciente de ello, un simple olor puede desencadenar sensaciones o emociones. Puede ser el olor del café recién hecho, el de la lluvia cayendo sobre la hierba o el del pan al pasar por una panadería. Los olores, por tanto, ayudan a refrescar nuestra memoria. Cada vez más, se constata que también pueden calmar o estimular.  

En la actualidad, numerosos estudios establecen vínculos entre la exposición a determinados olores y las reacciones inconscientes del sistema neurovegetativo, que pueden consistir en un cambio del ritmo cardíaco o una dilatación de las pupilas, entre otras cosas. 

En efecto, al transmitir información al sistema nervioso, los olores influyen en el comportamiento. Esto se consigue provocando reacciones fisiológicas y la liberación de hormonas como la adrenalina, la dopamina o la serotonina. Nuestro cerebro reacciona a los olores que respiramos emitiendo ondas CNV (Contingent Negative Variation), que han permitido a los científicos medir, por ejemplo, los efectos del aroma de las rosas, que reduciría los latidos del corazón, y del limón, que reduciría el nivel de cortisol (hormona del estrés). El aroma de la lavanda también tiene un efecto positivo sobre el estrés y ayuda a conciliar el sueño, la manzanilla nos invita a relajarnos y los aromas de menta o jazmín estimulan el cerebro. 

Sin embargo, no todos los olores son agradables y también generan respuestas de escape negativas, como el olor de una alcantarilla. 

Desde un punto de vista psicológico, el sentido del olfato está directamente conectado al circuito de recompensa de nuestro cerebro, por lo que merece ser más estimulado y tendría así muchos potenciales terapéuticos.  

El desarrollo de la aromacología y la olfatoterapia sería una herramienta complementaria en el tratamiento de un trastorno psicológico, del mismo modo que la hipnoterapia o la medicina china.  

Así, algunos terapeutas ya utilizan los olores durante sus consultas y a veces prescriben la inhalación de aceites esenciales. Sin embargo, hay que tener cuidado con los productos utilizados y deben evitarse en caso de alergia o irritabilidad nasal. 

En el contexto de la pandemia de Covid-19, los síntomas que se observan con frecuencia son la pérdida del gusto (agueusia) y del olfato (anosmia). Además de una simple molestia, estos síntomas pueden provocar además de la pérdida de apetito entre otros, un aislamiento social, con consecuencias para el bienestar de los pacientes. Un tercio de las personas con anosmia sufre depresión. 

Así, los olores son capaces de influir en nuestra psique, cuando uno puede provocar náuseas e irritación, el otro puede energizar, relajar y estimular la creatividad, y contribuir realmente a nuestro bienestar físico y mental.