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Párkinson: El milagro de la dopamina, cincuenta años después

Publicado el 30 may. 2016

Párkinson: El milagro de la dopamina, cincuenta años después
Entre las patologías neurodegenerativas, la enfermedad de Parkinson es la única que cuenta con medicación eficaz. Al frente de las opciones de tratamiento ha estado durante cinco décadas la levodopa, un precursor de la dopamina. Este neurotransmisor disminuye en el cerebro de las personas con párkinson, produciendo los síntomas característicos, como el temblor en reposo, la lentitud de movimientos, disminución de la destreza, rigidez y alteración postural, entre otros.
 
Su uso como fármaco en la década de los 60 supuso un antes y un después en esta patología. El hombre que hizo posible esa «revolución» fue Oleh Hornykiewicz, que visitó nuestro país el pasado abril, invitado por José Obeso, director del Centro Integral de Neurociencias HM Cinac. «La levodopa es la forma más natural y la mejor para reponer la dopamina que falta en el cerebro de las personas con párkinson, porque reemplaza exactamente la misma sustancia deficitaria», explica Hornykiewicz a ABC.
 
Los cimientos
El mérito de este investigador, que está a punto de cumplir 90 años, fue demostrar por primera vez, hace medio siglo, que los síntomas de una enfermedad neurológica como el párkinson eran una consecuencia de la deficiencia del neurotransmisor dopamina en una zona concreta del cerebro. Y, más importante, que administrando un precursor de ese neurotransmisor, la levodopa, los síntomas podían revertirse. A día de hoy, ese descubrimiento ha proporcionado una base sólida para la investigación moderna en la enfermedad de Parkinson.
 
El impacto de este tratamiento en todo el mundo al revertir las discapacidades y mejorar la calidad de vida de las personas con Enfermedad de Parkinson ha sido enorme. Sin embargo, durante mucho tiempo la dopamina se consideró una molécula intermediaria en la síntesis de la adrenalina y noradrenalina, sin funciones relevantes en el cerebro. Pero a mediados del siglo XX esto empezó a cambiar. Arvid Carlsson, un médico sueco, dedujo que la dopamina parecía jugar un papel importante en la función motora. Aunque su propuesta de que la dopamina actúa como un neurotransmisor en el cerebro fue recibida con mucho escepticismo, su trabajo fue compensado con el Nobel de Medicina en 2000.
 
Oleh Hornykiewicz, basándose en observaciones de Carlsson y otros investigadores, dio un paso más: «La idea de conectar las observaciones derivadas de los estudios animales con enfermedades humanas de los ganglios basales, especialmente la enfermedad de Parkinson, fue algo natural. Se podría llamar a ese instante los "comienzos del milagro de la dopamina". Para mí, ese "milagro" comenzó con los estudios de homogeneizados de cerebro humano», escribe. Sorprendentmente, a ninguno de sus colegas se le ocurrió mirar qué pasaba con la dopamina en el cerebro de las personas con párkinson.
 
Una idea simple y brillante
La novedad del enfoque de Hornykiewicz permitió demostrar la causa de la enfermedad de Parkinson, pese a escepticismo inicial de sus colegas: «En ese momento, los estudios bioquímicos en cerebros postmortem eran pocos. Muchos colegas de alto nivel me aconsejaron no perder el tiempo con material "sucio"». El siguiente paso también era lógico: «Del homogeneizado de cerebro al paciente. Este paso marca el comienzo de la era del reemplazo de la dopamina en la enfermedad de Parkinson», resalta Hornykiewicz. Fue sin duda, «una idea simple y brillante que condujo a un gran avance en la enfermedad», como resalta el director el Cinac, José Obeso.
 
Con la perspectiva que le da su larga carrera como investigador, Hornykiewicz destaca otro avance importante en el tratamiento del párkinson: la estimulación subtalamica. Y se muestra optimista ante la posibilidad de obtener una cura: «Hay mucha investigación en párkinson, y se incrementa día a día. Conocemos ya muchos detalles. En el futuro seremos capaces de parar esta enfermedad o tal vez curarla. Pero cuándo ocurrirá no lo sabemos, porque todos los datos de los que disponemos son difíciles de encajar», señala.
 
Ultrasonidos
Obeso apunta la dirección en la que se centran ahora las investigaciones. «Las proteínas tóxicas que se acumulan en todas las enfermedades neurodegenerativas son un objetivo prioritario. Parece probable que ese acúmulo acabe produciendo la muerte de las neuronas. Con ultrasonidos sería posible eliminar esas proteínas tóxicas mal formadas de forma temprana, cuando aún no se han agregado. Traducido a pacientes, significa que habría que empezar el tratamiento de forma muy temprana, antes de que aparezcan los síntomas. Esto permitiría actuar sobre el proceso neurodegenerativo», aclara Obeso.
 
Los últrasonidos facalizados de alta intensidad (HIFU) son prometedores en esta patología. Esta técnica no invasiva provoca pequeñas lesiones en el cerebro utilizando calor (ablación térmica). Así se pueden eliminar temblores en personas que superan los 75 años, el límite para la cirugía del párkinson. Y es que ahora se envejece con esta enfermedad. El siguiente paso, eliminar los otros síntomas con ultrasonidos, sin necesidad de pasar por el quirófano, como requiere la estimulación cerebral profunda.
 

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