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Día Mundial de la Salud Mental: Cerrando la brecha de las disparidades en salud mental

Publicado el 10 oct. 2021 • Por Courtney Johnson

Con motivo del Día Mundial de la Salud Mental, que se celebra anualmente el 10 de octubre para concienciar sobre los problemas de salud mental en todo el mundo y movilizar apoyo, hemos querido arrojar luz sobre un tema importante: las disparidades en la salud mental. 

Las investigaciones realizadas en los últimos años han puesto de manifiesto las disparidades entre las distintas poblaciones en cuanto a riesgo, prevalencia, presentación y, por tanto, atención de los trastornos de salud mental.  

¿Cuáles son estas disparidades en la salud mental? ¿Qué poblaciones se ven afectadas? ¿Qué hacer para cerrar la brecha y garantizar la atención de la salud mental para todos? 

¡Lo discutimos todo a continuación!

Día Mundial de la Salud Mental: Cerrando la brecha de las disparidades en salud mental

La salud mental es un tema que ha ganado más atención en los últimos años. La conversación nacional sobre salud mental suele activarse por una crisis negativa, como un incidente terrorista, la muerte de una figura pública o, más recientemente, una pandemia mundial. Sin embargo, el reto de la salud mental al que se enfrentan muchas personas es un tema mucho más amplio y a menudo se vive fuera de la atención y la preocupación del público. 

La prevalencia de los problemas de salud mental va en aumento  

En 2016, se estimó que alrededor de 1.100 millones de personas vivían con una enfermedad mental en todo el mundo. Según el Sistema Nacional de Salud, el 9% de la población padece al menos un trastorno mental en la actualidad y algo más del 15% lo padecerá a lo largo de su vida.

A nivel mundial, en 2018, la Organización Mundial de la Salud descubrió que los diagnósticos de enfermedades mentales con mayor prevalencia eran la depresión, que afecta a unos 300 millones de personas; el trastorno bipolar, con unos 60 millones de personas diagnosticadas; la esquizofrenia y otras psicosis, que afectan a unos 23 millones de personas en todo el mundo; y la demencia, con unos 50 millones de personas que viven con este trastorno.  

Investigadores estadounidenses han informado además de que las enfermedades mentales, incluida la depresión, son la tercera causa de hospitalización de los adultos de entre 18 y 44 años

Si bien estas cifras son preocupantes, otra cuestión a la que no se presta suficiente atención es la de las disparidades en materia de salud mental. Dentro de este grupo de individuos ya marginados, existen subconjuntos de personas que se enfrentan a retos aún mayores

¿Qué son las disparidades en salud mental?  

El Institute of Medicine (IOM) define una disparidad como una "diferencia en la calidad de la atención sanitaria que no se debe a diferencias en las necesidades de atención sanitaria o en las preferencias del paciente". Estas diferencias pueden tener su origen en desigualdades en el acceso a proveedores de atención sanitaria de calidad, variaciones en la cobertura de los seguros o discriminación por parte de los profesionales sanitarios durante las evaluaciones clínicas. 

Otras barreras comunes a la atención de la salud mental son:

  • Estigma social sobre las enfermedades mentales
  • Experiencia negativa previa en la atención médica o mental 
  • Conocimientos limitados sobre salud mental, o conocimientos y creencias sobre las condiciones de salud mental que ayudan a su reconocimiento, gestión o prevención 
  • Barreras lingüísticas 
  • Experiencias sociohistóricas 
  • Deseo de autosuficiencia o autoapoyo 
  • Falta de recursos económicos 
  • Proximidad a los servicios de salud mental 
  • Falta de proveedores o servicios sanitarios culturalmente competentes 

Muchas de estas barreras, en particular el dominio limitado de la lengua, los conocimientos insuficientes sobre la salud y la inaccesibilidad geográfica, son más comunes entre los inmigrantes, los grupos minoritarios, las personas de nivel socioeconómico más bajo y los individuos ubicados en zonas rurales; por lo tanto, estos grupos tienen más probabilidades de enfrentarse a las disparidades en materia de salud mental

¿Qué poblaciones tienen más probabilidades de sufrir disparidades en materia de salud mental? 

A diferencia de Estados Unidos y de muchos países europeos que disponen de datos sobre prevalencia a nivel estatal, en España los datos epidemiológicos son incompletos y tienen una utilidad muy limitada para valorar la prevalencia y el impacto de los trastornos mentales en la población general. Pero de forma general, podemos destacar los siguientes grupos de poblaciones:

Hombres

Los trastornos mentales afectan más a las mujeres que a los varones, el 22,9% frente al 15,7%, según el ESEMeD (Estudio Europeo de la Epidemiología de los Trastornos Mentales). Aunque cabe mencionar que, en general, el personal sanitario tiene mayor tendencia a diagnosticar enfermedades mentales comunes como la depresión, la ansiedad, los trastornos obsesivo-compulsivos y las fobias a mujeres que a hombres.

Se ha descubierto que una de las dificultades para tratar a los hombres es la falta de conocimiento o comprensión entre los profesionales de la salud mental sobre los indicios y síntomas comunes de las enfermedades mentales en los hombres, que pueden diferir de los de las mujeres.  

Además, muchos hombres son reacios a buscar ayuda para problemas de salud mental debido a ciertas razones biológicas, psicológicas e incluso culturales más importantes, como el estigma social. Los hombres suelen ser socializados con determinados ideales "masculinos" que les disuaden de recibir tratamiento y creen que, si la padecen, la enfermedad mental debe ser manejada por uno mismo. La noción de que la depresión es una enfermedad autolimitada, que el uso de fármacos es un método eficaz para afrontarla y que la depresión está causada por la debilidad personal son factores que animan a los hombres a gestionar la depresión solos. 

Según la Encuesta Nacional de Salud en España (ENSE), Las mujeres refieren algún problema de salud mental con mayor frecuencia que los hombres, 14,1% frente a 7,2%.

Jóvenes adultos 

Según la Confederación de Salud Mental en España, casi la mitad de los y las jóvenes de entre 15 y 29 años –es decir, el 48,9%considera que ha tenido algún problema de salud mental. De ellos, tan solo la mitad solicitó ayuda.

El abuso de las nuevas tecnologías, además de la violencia y abusos sexuales, discriminación, adicciones o el acoso escolar son algunos de los diferentes aspectos que perjudican la salud mental de los jóvenes.

Tanto el suicidio como el abuso de sustancias son también preocupaciones importantes para esta población. El Colegio Oficial de la Psicología de Madrid ha alertado de que durante el 2020, las tentativas de suicidio aumentaron en un 250% en la población infantojuvenil, en parte a causa de la pandemia. Esta es la principal causa de muerte no natural entre jóvenes de 15 a 29 años.

En cuanto al abuso de substancias, la edad media de inicio en el consumo se sitúa entre los 14 y los 16 años y las prevalencias de consumo aumentan con la edad. Según la Encuesta Europea sobre Alcohol y otras Drogas (ESPAD 2019), publicada por el Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías, e9% de los adolescentes españoles fuma a diario y el 17% se suele emborrachar.

Inmigrantes

Aunque las tasas de enfermedades mentales son similares al resto de la población española, las consecuencias de los trastornos mentales en los individuos Inmigrantes pueden ser mucho más profundas. 

Estas personas se enfrentan de forma desproporcionada a los retos relacionados con las enfermedades mentales, como la violencia, la pobreza y la falta de vivienda, así como a importantes impedimentos para acceder a una atención sanitaria mental de calidad. Las investigaciones indican que:

  • Es menos probable que busquen servicios de salud mental 
  • Es menos probable que tengan acceso a los servicios 
  • Tienen menos probabilidades de recibir la atención necesaria 
  • Es más probable que reciban una atención deficiente 
  • Son más propensos a abandonar los servicios de salud mental o la atención antes de tiempo.

También se ha demostrado que los prejuicios y estereotipos de los proveedores de atención sanitaria son factores importantes en las disparidades de salud mental porque contribuyen a un diagnóstico erróneo o insuficiente de las enfermedades mentales. Otros factores que pueden contribuir a las barreras para el tratamiento de la salud mental de los inmigrantes también pueden ser el estigma social de la enfermedad mental entre las comunidades de minorías étnicas o raciales, las diferencias lingüísticas entre el paciente y el proveedor, y la presentación cultural de los síntomas de la enfermedad.

Por ejemplo, el hecho de ser mujer e inmigrante de países en vías de desarrollo está relacionado con una mayor prevalencia de mala salud mental (29,5%). Sin embargo, los inmigrantes de países desarrollados o de la Unión Europea presentan mejor salud mental que los autóctonos españoles.

LGTBIQ 

La evidencia disponible sobre los trastornos mentales dentro del colectivo LGBT señala que la prevalencia es mayor que entre la población heterosexual. Las tasas de suicidio y de depresión son más altas en esta población. Por ejemplo, en un estudio, “9,1% de los adolescentes LGB habían tenido un intento de suicidio, en comparación con el 3,6% de adolescentes heterosexuales”.

La causa principal de esta diferencia es el estrés provocado por la opresión social y el rechazo. El coste de la estigmatización social, discriminación y por tanto violencia que sufre este colectivo conlleva, también, al nivel de autoestima y desarrollo emocional que derivará en problemas de salud mental.

Otras disparidades a tener en cuenta

Situación laboral

En relación a la situación laboral, 8 de cada 10 personas con problemas de salud mental, no tienen empleo (83,1%). Se observa, igualmente, que las personas en situación de baja laboral presentan mayor prevalencia de mala salud mental seguidas de las personas desempleadas (20,2% de la población adulta desempleada y 15,6% de la población jubilada).

Los trastornos mentales suponen la segunda causa de baja laboral en España.

Para terminar, también se observa elevada prevalencia de mala salud mental entre las personas que están limitadas en la realización de sus actividades cotidianas.

Clase social

Los grupos con un nivel de ingresos económicos bajo y en paro, muestran consistencia en todos los estudios para ser considerados factores de riesgo para el trastorno depresivo mayor.

La prevalencia de mala salud mental es mayor entre las mujeres de clases sociales más desfavorecidas y en hombres y mujeres con menores niveles de estudios. El 32% de las mujeres con estudios primarios presentan mala salud mental.

Estado Civil

En relación al estado civil, se observa que las personas viudas, separadas legalmente y divorciadas presentan peor salud mental. Según los datos del Eurobarómetro 2002, el 43,1% de la población española en situación de viudedad y el 19,6% de los divorciados padecen trastornos mentales, siendo menor la proporción afectada con patología mental entre los que viven en pareja (16,8%).

¿Qué podemos hacer para acabar con las disparidades en materia de salud mental?  

Está claro que el sistema de salud mental es defectuoso y que hay que esforzarse por cerrar la brecha para garantizar que la atención sanitaria mental sea accesible para todos. 

Pero, ¿qué podemos hacer a nivel individual para contribuir a un cambio positivo? 

Reducir el estigma de la salud mental 

El estigma puede hacer que nos sintamos avergonzados por cosas que están fuera de nuestro control, como nuestra salud mental, y puede impedirnos obtener la ayuda que necesitamos. 

Puede ser difícil, pero una forma clave de acabar con el estigma de la salud mental es hablar de ella. Compartir nuestras experiencias con la salud mental -tanto las buenas como las malas- ayuda a educar a otras personas que pueden no ser conscientes y a acabar con prejuicios sociales obsoletos. 

Presionar al sistema para mejorar la accesibilidad

Para fomentar el cambio a mayor escala, es importante pedir a quienes nos representan que apoyen los esfuerzos para mejorar el acceso (tanto financiero como geográfico) y la calidad de los servicios de salud mental a escala comunitaria y nacional.

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