El concepto de depresión reactiva pertenece a la antigua clasificación de trastornos mentales. Antes se hacía la diferencia entre depresiones "endógenas" ligadas a factores biológicos, y las depresiones "psicógenas" o "neurótico-reactivas" vinculadas a factores ambientales. La clasificación actual se basa en el análisis de los episodios depresivos, que se caracterizan por un conjunto de síntomas y se categorizan en función de su gravedad.
En la actualidad, el término "depresión reactiva" se usa para un episodio depresivo inmediatamente posterior a un evento reciente y bien identificado como la muerte de alguien cercano, un fracaso profesional o el anuncio de una enfermedad grave. En tal caso hablamos de un episodio depresivo asociado a un "estrés psicológico importante".
SUCEDE TRAS UN ACONTECIMIENTO TRAUMÁTICO
La depresión reactiva también se define por una mala gestión emocional del paciente frente al acontecimiento traumático, y por lo general es pasajera. No obstante, su tratamiento debe realizarse a la mayor brevedad posible con el fin de evitar que se transforme en una depresión de tipo crónico.
Es importante hacer notar que algunos episodios depresivos posteriores a un evento traumático, como la muerte de alguien cercano, se consideran como algo normal. De esta forma, un episodio depresivo ligado a un duelo resulta algo natural en los tres primeros meses tras el suceso desencadenante. Esta manifestación puede convertirse en un trastorno patológico en caso de prolongarse el episodio depresivo. En tal caso, los profesionales de la salud deben intervenir para evitar que esto suceda.
Finalmente, es importante mencionar el caso particular de las depresiones ligadas a la violencia física o de tipo sexual. En dichos casos, el episodio depresivo debe considerarse como grave y administrar un tratamiento inmediatamente en un entorno especializado.
Los síntomas de la depresión reactiva pueden variar, y dependen del evento desencadenante.
Se pueden identificar los siguientes síntomas:
− ansiedad, tristeza y estado de ánimo deprimido;
− aislamiento afectivo;
− cansancio exagerado y trastornos del sueño;
− pérdida de la confianza en uno mismo;
− sentimiento de culpabilidad;
− problemas de concentración y pérdida de atención;
− pensamientos de muerte o un comportamiento suicida.
El tratamiento de una depresión reactiva empieza por identificar el elemento que la ha disparado. Estos episodios depresivos requieren una atención eficaz lo antes posible de forma individualizada. Puede pensarse en instaurar un tratamiento farmacológico, pero debido a la aparición de un episodio depresivo la persona deberá someterse a una psicoterapia, sin lugar a dudas.
Última actualización: 11/6/18