Artritis psoriásica: saber más

La artritis psoriásica es una enfermedad inflamatoria crónica de las articulaciones. Este reumatismo tiene la particularidad de estar relacionado con la psoriasis, una enfermedad de la piel.

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Artritis psoriásica

¿Qué es la artritis psoriásica?

Definición

La artritis psoriásica (PsA), también conocida como reumatismo psoriásico, es un reumatismo inflamatorio crónico (RIC). Se trata de una enfermedad autoinmune perteneciente al grupo de las espondiloartritis, que incluye la espondilitis anquilosante (EA), la artritis reactiva (generalmente desencadenada por una infección) o la artritis asociada a la enfermedad inflamatoria intestinal crónica (EII, incluida la enfermedad de Crohn o la colitis ulcerosa).

Se traduce por una inflamación de las articulaciones que provoca dolor y rigidez que hacen perder el sueño por la noche, que requieren un despertar matutino importante y cuyos síntomas empeoran al descansar.

Evoluciona a través de períodos de brotes (ataques dolorosos), intercalados con períodos de remisión (reducción de los síntomas de la enfermedad).

Suele estar presente en pacientes con psoriasis (una enfermedad inflamatoria crónica de la piel), pero el 20% de los pacientes con artritis psoriásica no tienen antecedentes de afectación cutánea.

¿La artritis psoriásica es frecuente?

Se calcula que unas 215.000 personas en España padecen artritis psoriásica. Afecta tanto a hombres como a mujeres y aparece entre los 40 y los 50 años de media.

Entre el 20 y el 30% de los enfermos de psoriasis desarrollan artritis psoriásica. Y alrededor del 80% de los pacientes con artritis psoriásica tienen psoriasis.
Los signos de afectación articular suelen aparecer entre 5 y 10 años después de los primeros síntomas cutáneos.

Síntomas y complicaciones de la artritis psoriásica

Principales síntomas

La afectación de las articulaciones en la artritis psoriásica varía de una persona a otra y puede recordar a otros reumatismos inflamatorios crónicos (RIC).

Existen formas periféricas de la enfermedad caracterizadas por:

  • inflamación de las entesis (entesitis), que son las zonas donde los ligamentos y los tendones se insertan en los huesos, especialmente en las muñecas, las rodillas o los tobillos, lo que provoca dolor articular
  • inflamación de la articulación de un dedo de la mano o del pie (dactilitis) que provoca hinchazón (dedo de la mano o del pie en forma de salchicha) y dolor.

Cabe señalar que estos trastornos de las articulaciones de las extremidades son asimétricos (en un solo lado del cuerpo), a diferencia de los que se observan en pacientes con artritis reumatoide (AR).

También existen formas axiales de la enfermedad con afectación de las articulaciones de la columna vertebral, lo que provoca dolores cervicales o lumbares que pueden recordar a la espondilitis anquilosante (EA).

Es importante señalar que:

  • estos dolores se despiertan por la noche;
  • las articulaciones deben calentarse por la mañana durante al menos 30 minutos;
  • el dolor disminuye con el ejercicio físico y empeora con el reposo.

Por último, sse puede observar una gran fatiga en los pacientes con artritis psoriásica.

Posibles complicaciones

Si no se trata, la artritis psoriásica puede provocar rigidez articular crónica (conocida como "anquilosis") e incluso deformidad articular irreversible (con destrucción ósea u osteólisis). Estas complicaciones pueden provocar una discapacidad funcional importante.

En algunos casos, la artritis psoriásica puede ir acompañada de inflamación de los ojos (uveítis), enfermedad inflamatoria intestinal crónica (EII, incluyendo la enfermedad de Crohn o la colitis ulcerosa), trastornos del ritmo cardíaco o anomalías en las válvulas del corazón.

También es más frecuente la presencia de otras comorbilidades en pacientes con artritis psoriásica: problemas cardiovasculares, enfermedades infecciosas, manifestaciones ansioso-depresivas (sobre todo en pacientes con formas cutáneas de la enfermedad), osteoporosis, obesidad, etc.

Causas y factores de riesgo de la artritis psoriásica

Al igual que la psoriasis u otros reumatismos inflamatorios crónicos (CIR), se han asociado diversos factores genéticos y ambientales al desarrollo de la artritis psoriásica.

En efecto, se ha descubierto que las personas que tienen el gen HLA B27 en sus cromosomas tienen un mayor riesgo de desarrollar artritis psoriásica (o psoriasis). Este gen está presente en el 25% de las personas con artritis psoriásica.

Entre los factores de riesgo ambientales se encuentran el estrés, los traumas físicos o emocionales y las infecciones (por ejemplo, las estreptocócicas).

Otros factores de riesgo sospechosos para la artritis psoriásica son el síndrome metabólico, la obesidad, la diabetes de tipo 2 y la hipertensión arterial.

Por último, la psoriasis cutánea, especialmente en sus formas extensas y graves, así como las que afectan a las uñas (psoriasis ungueal), el cuero cabelludo, los genitales o los pliegues cutáneos (psoriasis invertida), aumenta el riesgo de desarrollar artritis psoriásica.

Diagnóstico de la artritis psoriásica

El diagnóstico de la artritis psoriásica se basa esencialmente en un examen clínico del paciente por parte del reumatólogo o del dermatólogo (en el caso de la psoriasis cutánea).
Debe realizarse lo antes posible para evitar deformidades articulares irreversibles e incapacitantes.
Sin embargo, entre los pacientes con psoriasis en placas, se calcula que a 1 de cada 2 pacientes no se le diagnostica artritis psoriásica.

Entre los exámenes complementarios, se realiza un análisis de sangre para demostrar la presencia o ausencia de factores reumatoides y anticuerpos anti-CPP (son anticuerpos o inmunoglobulinas que permiten diferenciar las distintas formas de artritis). Los marcadores de inflamación (proteína C reactiva CRP y velocidad de sedimentación VS) también se buscan...
A diferencia de la artritis reumatoide, estas muestras de sangre son estrictamente negativas en la mayoría de los casos. Por lo tanto, este examen permite eliminar la artritis reumatoide del diagnóstico.

A veces puede ser útil realizar la tipificación del HLA-B27 (un antígeno que se encuentra en la superficie de los glóbulos blancos de ciertas personas), que se asocia con mucha frecuencia a la espondilitis anquilosante y sólo es positivo en el 50% de los casos de artritis psoriásica.

También puede realizarse una radiografía de la zona dolorosa, de las manos, de los pies o de la columna dorsolumbar, pero normalmente, y sobre todo al principio de la enfermedad, es estrictamente normal.

Para mejorar el diagnóstico de la artritis psoriásica, el grupo internacional GRAPPA (Group for Research and Assessment of Psoriasis and Psoriatic Arthritis) ha desarrollado 5 criterios de diagnóstico denominados CASPAR (Classification of Psoriatic Arthritis):

  • Presencia de psoriasis cutánea (2 puntos) ;
  • Antecedentes personales de psoriasis (1 punto);
  • Antecedentes familiares de psoriasis (1 punto);
  • Afectación ungueal psoriásica (1 punto);
  • Factor reumatoide negativo o ausente (1 punto);
  • Presencia o antecedentes de dactilia (1 punto);
  • Aspecto radiológico de construcción ósea cerca de las articulaciones (1 punto).

El diagnóstico de artritis psoriásica puede hacerse entonces en un paciente con una puntuación ≥ 3.

Tratamiento de la artritis psoriásica

El tratamiento de la artritis psoriásica se basa esencialmente en el tratamiento sintomático de los ataques, cuyo objetivo es aliviar el dolor y reducir la inflamación.

Sin embargo, se puede prescribir un tratamiento básico, basado en inmunosupresores, para las formas graves o las que tienen un fuerte impacto en la calidad de vida del paciente. Estos últimos permiten inhibir los mecanismos inflamatorios y evitar la aparición de brotes.
Además, se puede añadir la rehabilitación funcional y la actividad física adaptada.

Tratamiento de los brotes

El tratamiento de los brotes de artritis psoriásica se basa principalmente en los antiinflamatorios no esteroideos (AINE), como el ibuprofeno (Diltix®, Nurofen®, Espidifen®), el ketoprofeno (Fastum®, Orudis®) o el diclofenaco (Voltaren®, Flectormed®).

También pueden recetarse analgésicos como el paracetamol (Gelocatil®, Efferalgan®, Termalgin®) para aliviar el dolor a corto plazo.

Por último, es posible inyectar corticosteroides directamente en la(s) articulación(es) dolorosa(s).

Tratamientos de fondo

Los inmunosupresores:

El metotrexato es el tratamiento de fondo estándar para la artritis psoriásica en adultos. Reduce la hiperactividad del sistema inmunitario y las reacciones inflamatorias. Generalmente es bien tolerado por los pacientes y requiere una dosis a la semana, ya sea por vía oral, intramuscular o subcutánea (Metoject®).
Los efectos secundarios más comunes son los trastornos digestivos (náuseas y diarrea), el malestar, la disminución de los glóbulos blancos y la inflamación de la boca.
Por lo tanto, debe realizarse un control regular del hígado, los riñones y la sangre. Además, la administración de suplementos de ácido fólico, a distancia de la toma de metotrexato, puede reducir la frecuencia de algunos de estos efectos secundarios. Y es mejor no tomar antiinflamatorios no esteroideos mientras se toma metotrexato.

Como otro inmunosupresor, la ciclosporina (Neoral®) tiene un efecto similar al del metotrexato. Bloquea ciertas células implicadas en las reacciones inmunitarias. Sus principales efectos secundarios son la toxicidad renal y la hipertensión arterial, que deben controlarse regularmente. Actualmente no está indicado oficialmente para el tratamiento de la artritis psoriásica, pero puede prescribirse para el tratamiento de la psoriasis.

La sulfasalazina (Salazopyrina®) también se utiliza a veces en el tratamiento de la artritis psoriásica, pero no tiene indicación oficial. Puede provocar graves complicaciones en la piel, la sangre o el hígado.

La leflunomida (Arava®) también es un fármaco inmunosupresor que puede recetarse para el tratamiento de la artritis psoriásica en adultos, pero su acción es lenta: es necesario un plazo de 2 a 3 meses antes de poder juzgar la eficacia del tratamiento.

Las bioterapias:

Además, las bioterapias (tratamientos con organismos vivos o sustancias derivadas de estos organismos) se prescriben como tratamiento de segunda línea, en caso de contraindicación o falta de respuesta a los tratamientos habituales. Debido al mayor riesgo de infección, requieren un chequeo médico completo (principalmente dental) antes de iniciar el tratamiento y su prescripción inicial se reserva a los especialistas del hospital.

Entre ellos, se utilizan principalmente los anti-TNFα. En efecto, el TNF (Factor de Necrosis Tumoral) es una proteína, producida en exceso en los pacientes con artritis psoriásica, que participa en la inflamación. Al unirse al TNF, estos fármacos bloquean su acción y reducen las reacciones inflamatorias. Se administran en forma inyectable: por perfusión, como infliximab (Remicade®), o por vía subcutánea, como etanercept (Enbrel®), adalimumab (Humira®) y certolizumab (Cimzia®). También se pueden recetar sus biosimilares.

También se utilizan otras bioterapias: se trata de inhibidores de las interleucinas humanas, moléculas implicadas en la inflamación. Entre ellos se encuentran ixekinumab (Taltz®), utekinumab (Stelara®) y secukinumab (Cosentyx®). Son soluciones inyectables que se administran por vía subcutánea.
Estas bioterapias también requieren una supervisión médica regular debido a sus efectos secundarios, en particular el riesgo de infección.

El aprelimast (Otezla®) es un nuevo inmunosupresor, utilizado como tratamiento de segunda línea para la artritis psoriásica en adultos en caso de fracaso, contraindicación o intolerancia a la ciclosporina o al metotrexato. Inhibe una enzima llamada fosfodiesterasa, que interviene en la producción de citoquinas (mensajeros del sistema inmunitario). Parece tener una eficacia modesta, pero como se tolera bien, puede ser útil en combinación con otros tratamientos.

El tofacitinib (Xeljanz®) inhibe las enzimas, las Janus quinasas, implicadas en la producción de citoquinas que intervienen en la inflamación y la inmunidad. Se prescribe en combinación con metotrexato, en el tratamiento del reumatismo inflamatorio en adultos, en caso de respuesta inadecuada o intolerancia a otro tratamiento de fondo. Sus efectos secundarios más comunes son el aumento de los niveles de colesterol en sangre.

Por último, el abatacept (Orencia®) ayuda a evitar que el sistema inmunitario ataque el tejido articular normal, inhibiendo la activación de las células T (células del sistema inmunitario). Se utiliza para tratar la artritis psoriásica en adultos que no han respondido al tratamiento de fondo, incluido el metotrexato. Actualmente no se reembolsa en esta indicación. Al igual que otras bioterapias, puede causar infecciones graves, incluida la tuberculosis, y reacciones alérgicas.

Tratamientos no farmacológicos

Además de los tratamientos farmacológicos, se pueden establecer programas de reeducación funcional. Se organizan solos o en grupo por un fisioterapeuta y ayudan a limitar la rigidez, preservar la movilidad de las articulaciones, mejorar la fuerza muscular, prevenir las deformidades y aliviar el dolor. Estas actividades se adaptan en función del daño articular.

También se pueden prescribir ortesis para limitar los movimientos de las articulaciones, prevenir las deformidades y aliviar el dolor de los pacientes.

Por último, se puede considerar la cirugía en los casos de inflamación grave que no responden al tratamiento, lo que lleva a la destrucción de la articulación. A continuación, se pueden corregir las deformidades o sustituir las articulaciones dañadas por prótesis.

Vivir con artritis psoriásica

Adoptar un estilo de vida saludable

Ejercicio

La actividad física regular se recomienda en el manejo de la artritis psoriásica, junto con el tratamiento. Ayuda a prevenir el desgaste muscular, a aumentar la resistencia ósea y a reducir la rigidez de las articulaciones, el dolor y la fatiga.

Sin embargo, se recomienda evitar la práctica de un deporte demasiado agresivo durante el periodo inflamatorio y favorecer los deportes suaves como la natación, el aquagym, el ciclismo, la marcha nórdica, el yoga o el tai chi.

Fuera de los brotes, se pueden practicar todos los deportes, siempre que se adapten al estado articular del paciente y no provoquen traumatismos intensos en las articulaciones (golpes, torsiones y rotaciones rápidas, etc.).

Alimentación equilibrada

Hay que favorecer una dieta equilibrada de tipo mediterráneo: favorecer los alimentos crudos como la fruta y la verdura, el pescado azul que contiene grasas insaturadas buenas (omega 3), la carne blanca, el aceite de oliva, los cereales y los alimentos feculentos, así como los frutos secos, las avellanas y las almendras.

Deben evitarse los alimentos industriales procesados que contengan ácidos grasos trans y azúcares refinados, como pasteles, charcutería, hamburguesas y refrescos.

También es importante tener aportes de calcio suficientes (productos lácteos o Cacit®, Orocal®, Calciforte®) y vitamina D (ZymaD®, Adrigyl®, Uvedose®).

Además, el sobrepeso agrava la artritis psoriásica (supone una carga adicional para las articulaciones ya dañadas). Por ello, es aconsejable adoptar buenos hábitos alimentarios y prestar atención al propio peso.

Por último, hay que evitar el tabaco y limitar el alcohol, ya que favorece los brotes inflamatorios.

Vida profesional

El dolor y la fatiga causados por la artritis psoriásica pueden afectar a la capacidad de trabajo del paciente. Sin embargo, existen ciertas ssoluciones con el objetivo de mejorar la vida laboral diaria de las personas con artritis psoriásica:

  • Evitar levantar objetos pesados;
  • Estiramientos regulares a lo largo del día: flexión de las muñecas, rotación lenta de la cabeza y los tobillos y otros ejercicios desarrollados con el fisioterapeuta;
  • Intentar organizar los días y semanas de trabajo en función del nivel de energía y las capacidades físicas;
  • Adaptar los horarios de trabajo: recordar hacer descansos y alternar las tareas complejas que requieren energía con otras más sencillas y menos agotadoras;
  • Utilizar herramientas diseñadas para proteger las articulaciones (alfombras antifatiga, férulas para las manos o las rodillas, adaptadores para el agarre de los bolígrafos, etc.) y un buen calzado;
  • Mantener una buena postura durante las actividades diarias, realizar los gestos correctos enseñados por el terapeuta ocupacional;
  • A raíz de la visita del médico del trabajo, se pueden prever ciertos ajustes en el puesto de trabajo (altura del escritorio, posición sentada adaptada, etc.) o una posible reclasificación profesional;

Embarazo

Es posible tener hijos si se tiene artritis psoriásica. Sin embargo, algunos tratamientos están contraindicados durante el embarazo y la lactancia (metotrexato, leflunomida) porque conllevan un riesgo teratogénico (malformación del feto durante el embarazo). Los antiinflamatorios no esteroideos, como el ibuprofeno (Nurofen®, Espidifen®), también pueden ser peligrosos durante el embarazo.

Por lo tanto, si se desea un embarazo, es importante concertar una cita con su médico de cabecera previamente para adaptar los tratamientos (los anti-TNF y los corticosteroides son compatibles) y es necesario respetar un plazo entre la interrupción del tratamiento y la concepción.

Sin embargo, existe un riesgo de transmisión de la enfermedad al niño, que depende del número de personas de la familia que estén afectadas. Si una persona está afectada por la artritis psoriásica, el riesgo de que un hermano también lo esté es del 10% si ningún progenitor está afectado, del 22% si lo está la madre y del 31% si lo está el padre.

En conclusión, la artritis psoriásica es una enfermedad inflamatoria crónica que, en la mayoría de los casos, está asociada a la afectación de la piel (psoriasis en placas). Esta enfermedad suele diagnosticarse tarde, debido a los síntomas que comparte con otras artritis (artritis reumatoide y espondilitis anquilosante) y puede ser la causa de una verdadera discapacidad. Por ello, el tratamiento multidisciplinar (médico de cabecera, reumatólogo y, a menudo, dermatólogo) lo más precozmente posible, el seguimiento de los tratamientos (con el desarrollo de nuevas bioterapias) y un estilo de vida saludable (dieta sana y actividad deportiva regular) son necesarios para mejorar la calidad de vida de los pacientes en el día a día.

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Autor: Alexandre Moreau, Asistente de Marketing Digital

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